martes, 27 de agosto de 2013

Maldición Gitana


Músculos desgarrados que se ocultan en tristes amaneceres. Paredes manchadas de nuestros tejidos e impregnadas del hedor y la podredumbre que acrecenta tu recuerdo. Figuras asexuadas que corretean por el techo. Labios en carne viva que invitan a unos ojos sin parpados ni pestañas a vivir una erótica historia. Enredaderas negras atrapando súplicas de auxilio tratando de escaparse. Invertebrados reptiles se contornean bajo la sombra de una figura sin cara. Copas de vino llenas de pastoso plasma acompañado de un plato de gusanos rezumantes de muerte. Arañas trepando velozmente por encima de la mesa mientras el sonido de sus patas se clava en tus tímpanos. Harapientos candelabros con una tenue llama de velatorio.

Y allí estas tú. Sentada en primera fila. Disfrutando del espectáculo de mi expresión de horror. Jugueteando con gatos negros de ojos amarillos y serpientes fundiéndose con las terminaciones nerviosas de tu piel. Impertérrita. Reinando en el caos con el placer de la desgracia. Dibujando una terrorífica sonrisa en la que apenas se mueven tus labios.

No sirve de nada cerrar los ojos ante la perversión. Porque esta sigue existiendo para atormentar al poeta que busca la belleza. Alterando su percepción en el umbral de la locura. Ahí estas tú. Haciéndote mas fuerte mas poderosa. Mi consternación no te altera.

Los alfileres que se clavan en mi espalda. Las jeringuillas abyectas de autodestrucción en su implacable persecución de mi riego sanguíneo. Los excesos materializándose en tu cuerpo. Las uñas clavándose en mi rostro. Los gritos transtornando mi capacidad cognitiva ya de por si transtornada.
La fauna salvaje atrayendo la oscuridad hacia lo mas profundo de mi ser.

Y ahí sigues estando tú, cual maldición gitana, cual ictus de la memoria. Vete, dejame morir en paz. Deja de perseguirme hasta los mas bajos callejones. Hasta los páramos donde el frío te cala los huesos. Hasta los vertederos de cuerpos con organos inservibles que son consumidos por la inmensidad de la nada. Bañeras repletas de sangre esparcida por el desgarrador frío visceral del cuchillo afilado. Eres una tortura interminable que nunca te deja descansar. Eres una droga que se apodera de todo lo bueno que hay en ti. El reflejo de la radiación que destruye generaciones y provoca deformidades. Eres una boca que escupe gusanos. Eres un baile con el corazón literalmente en la mano. Vivir encerrado en una habitación fluorescente donde nunca se apaga la luz. Y quiero dormir. Porque si no me voy a volver loco.



miércoles, 14 de agosto de 2013

El murmullo de la ciudad



No se si son los muebles de la cocina, el ruido de fiesta del piso de arriba o la nostalgia de un futuro que hemos dejado escapar. No se porque esta luz tenue me recuerda a tu respiración entrecortada, ni porque en las paredes resuena tu nombre. Tampoco entiendo porque la soledad viene acompañada cuando es la ausencia de tu compañía la que me hace sentirme solo.


Y entre todos mis libros guardo una nota de una sola palabra. Y entre todas mis canciones recopilo los silencios. Silencios que uno es incapaz de escuchar. Silencios que preceden al sonido de tu ropa cayendo al suelo. Es el murmullo de la ciudad. Vidas que entran, vidas que salen. Gente que te hace parecer inteligente por muy gilipollas que seas. Un cónclave que se inhala bajo el susurro de sirenas que te transportan a un mar de mierda. Cajeras del supermercado enclaustradas en el intervalo que tarda en salir el ticket. 


Y donde estas tú. Donde esta la felicidad. Porque todo el mundo me engaña. Solo se trata de vender un discurso. Porque esta ciudad es idiota. Y lo he vendido ya tantas veces como llenado tu copa de vino.


No eres romanticismo. Ni eres madura, seria y adulta. Eres una pose artificial que se ha autoconvencido de la mentira. Y eso me convierte a mi en verdad. Y la verdad es que yo siempre he sabido quien soy, aunque nunca me ha hecho falta saberlo. Yo soy el murmullo de la ciudad.